sábado, 28 de marzo de 2015

LOS INICIOS

El invento más reconocido de toda la especie humana debe ser el automóvil. Su uso y expansión ha modificado profundamente tanto la fisonomía de los núcleos urbanos como de las expectativas de vida del hombre mismo.

Su evolución va aparejada a las necesidades y visones de crecimiento personal, así como de las colectividades, sin dejar de lado los quiebres históricos como las guerras, que han sido un serio detonante al igual que las revoluciones sociales en que ha participado como elemento de futurismo o realización.

El nacimiento, crecimiento, primeros pasos y consecuente maduración de una máquina que inicialmente  fue concebida como una curiosidad de los tiempos modernistas del siglo XIX, no es fácil de resumir. Pero esta breve semblanza pretende cubrir los momentos más importantes de ese vehículo que naciera en la cochera de un amante de la mecánica y sea la culminación de muchos sueños de hoy.

Primeros embotellamientos


LOS PININOS

De acuerdo a los anales históricos, el primer vehículo motorizado fue un triciclo a vapor creado por Nicolás Cugnot, a petición del ejército francés por el año 1770. Dicha máquina tiene el privilegio de ser la primera en gozar de autonomía, de ahí el nombre de automóvil: Máquina con movilidad propia.
Pero siendo prácticos, los verdaderos inicios del coche se dieron en Alemania, concretamente en Manheim, donde Karl Benz, fanático de la mecánica, había leído y aprendido mucho sobre los primigenios motores de combustión. Una consecuencia tecnológica en virtud del principio teórico que desarrollara Nicolás Otto, el ciclo térmico que recibiera su apellido y diera pauta física al motor de cuatro tiempos. La persistencia de Benz tuvo fruto en un pequeño carruaje de tres ruedas, que seguía los patrones de construcción de los entonces dominantes carruajes tirados por caballos. En esos tiempos, el mundo era muy diferente. El Occidente, concretamente Europa, se hallaba en su pináculo científico y el optimismo desbordado por las sociedades daba lugar a creer que las máquinas harían de todo, sin límites. Es muy posible que ese apasionamiento hiciera germinar las semillas del desarrollo del automóvil.

Es cierto que en los primeros años los autos eran prácticamente juguetes que presentaban serios peligros tan sólo al arrancarlos. No era obligatorio ser un matemático, pero había que hacer todos los pasos en el orden adecuado para que el novedoso ingenio endotérmico cobrara vida. Así, en sus primeras décadas, la diseminación del automóvil fue más informativa y tecnológica que material, y sólo los verdaderos ricos podían acceder a uno.

No obstante, en esos tiempos románticos dieron pauta a que surgieran muchos emprendedores en todas partes, incluso más allá de la frontera líquida conocida como el Mar del Atlántico.

Uno de esos visionarios fue Henry Ford, quien a pesar de varios fracasos y tras una metódica evaluación concibió la construcción de los automóviles en serie o cadena. Según los rumores, la observación del descuartizamiento de unas reses en el matadero le inspiró para invertir el proceso y aplicarlo en la producción de autos. Gracias a su ingenio, metodología y persistencia, logra la meta de acelerar tanto el ensamble del auto que logra reducir los precios de una forma increíble.
Cumplió su sueño de ofrecer un vehículo a cada estadounidense.

Henry Ford



No hay comentarios:

Publicar un comentario